Esa acción, hasta ahora desconocida en la causa, surge de una interceptación telefónica al testigo Ariel Garzi, imputado por falso testimonio y por haber desviado la investigación al plantar pruebas falsas.
Una nueva escucha del caso Maldonado a la que accedió Infobae revela que el joven tatuador les arrojó bombas molotov a los miembros de la Gendarmería durante su huida de las fuerzas de seguridad dentro del Pu Lof de Cushamen el 1 de agosto. Fue minutos antes de que Santiago Maldonado se lanzara a la carrera hacia el río Chubut.
Ante su falta de destreza para manejar las hondas de revoleo para el lanzamiento de piedras, los miembros de la comunidad mapuche habían dejado a Maldonado a cargo de una caja con bombas molotov, que el joven utilizó contra los gendarmes y que posiblemente cargó en su mochila antes de zambullirse y ahogarse en el río Chubut. Aunque su mochila nunca fue hallada en ese gélido y torrentoso curso de agua.
Así lo afirma un amigo de Santiago cuyo teléfono fue intervenido al ser sospechado de haber plantado numerosas pruebas y desviado la investigación—como luego quedó acreditado— tras haber mentido en su declaración testimonial ante la Justicia. Una prueba de su testimonio mendaz radicó en que había asegurado bajo juramento al tribunal haberse comunicado en numerosas ocasiones con Maldonado desde un celular. El análisis del registro de llamadas, sin embargo, desestimó de cuajo esa afirmación.
La escucha que presenta Infobae es una entre otras intervenciones telefónicas ordenadas por la Justicia Federal cuya legitimidad procesal está siendo revisada por la Cámara Federal de Comodoro Rivadavia tras un fallo de primera instancia que las declaró nulas e ilegítimas.
La transcripción de la conversación interceptada pertenece al activista mapuche vinculado a sectores ultrakirchneristas Ariel Garzi, de 27 años. El 18 de octubre, a las 22: 42, el amigo de Santiago, que no estuvo presente en el Pu Lof el día de su muerte, mantuvo un extenso diálogo con una mujer no identificada, de 40 años.
Se trata del mismo testigo que aseguró haber llamado al teléfono de Santiago al día siguiente de su desaparición. En aquella supuesta comunicación de 22 segundos de duración—dijo Garzi en su declaración testimonial ante la Justicia Federal de Esquel— alguien había atendido el celular chileno de Santiago y si bien nadie habló, él llegó a escuchar taconeos dentro de un lugar cerrado. Esa descripción hacía verosímil la supuesta captura del joven a manos de la Gendarmería. Exhortos internacionales enviados a los operadores trasandinos, sin embargo, demostraron que esa comunicación nunca llegó a destino. Es abundante la documentación probatoria en el expediente que así lo acredita.
Garzi también fue el testigo que denunció públicamente a la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, por haber revelado en el Senado su identidad, cuando su testimonio en la Justicia nunca fue brindado en calidad de testigo reservado como arguyó.
Hoy está imputado por falso testimonio junto a otros seis mapuches. En su caso está sospechado de haber aportado información falsa y entregado ropa de Santiago Maldonado usada por otras personas para desviar la investigación.
Además, Garzi, un artesano oriundo de Bariloche con residencia de El Bolsón, está procesado por haber cortado las vías de La Trochita, dentro del Pu Lof de Resistencia en Cushamen el 10 de enero del año pasado, y por haberse enfrentado a la policía de Chubut que ese día reprimió con postas de goma la interrupción de un transporte federal. Aquella actuación policial dejó varios heridos con lesiones de gravedad.
«El chabón [por Santiago Maldonado] era un ser de luz hermoso. El tema fue así el 1 de agosto—le comenta Garzi a su amiga por teléfono—: «Como él no sabía usar la honda, le dejaron a cargo la caja de bombas molotov. Empezó el enfrentamiento y los peñi meta toscuso y toncaso. En un momento le pegan el grito: ´Brujo, Brujo, las bombas, las bombas´. Y como el Brujo no respondía, en un momento uno de los peñis se da media vuelta y ve al Brujo tirando de la caja las bombas molotov. Y él, a los toncasos con la mano, digamos. El chabón tenía unos huevos de la reputa madre. Hay que enfrentarse a toscasos con la gorra y la mano limpia».
Luego, en otro tramo de la conversación, Garzi afirma que si él hubiese estado allí aquel día, nada le hubiera pasado a su amigo. «No nos hubiese pasado, porque yo no lo hubiese dejado solo ni en pedo. Y si él no podía cruzar el río, yo me hubiese quedado a su lado. De eso no tengo ninguna duda», asevera.
No queda claro en este punto si Garzi se refiere a que fue abandonado durante el cruce a nado del río Chubut por el testigo E (Lucas Pilquiman), ya que Maldonado no sabía nadar, o si cree —como bien pueden haberle dicho los mapuches— que había sido capturado por la Gendarmería, cuando supuestamente se escondió entre los sauces, como relató inicialmente el testigo E.
Esta escucha en particular abre múltiples interpretaciones, ya que en ningún momento Garzi menciona taxativamente qué fue lo que le ocurrió a su amigo. De allí la importancia que podrían aportar judicialmente el conjunto de las escuchas, cuyo contenido todavía se desconoce. Servirían para conocer la verdad sobre cómo y quiénes orquestaron la fábula alrededor de la desaparición forzada de Maldonado. Aunque este punto depende de la decisión judicial.
¿Creyó Garzi en una mentira urdida por el testigo E y su madre, Claudina Pilquiman, para tapar un supuesto abandono de persona que en esas circunstancias carece de reproche penal? ¿Maldonado se ahogó cuando éste lo abandonó a mitad de un cauce con pozones, gélido, torrentoso y grandes dificultades para atravesarlo a nado? ¿Supo de entrada Garzi la verdad de lo sucedido y ayudó a cimentar un relato por afinidades con el kirchnerismo aportando evidencia falsa? ¿Cuál es la verdad que pueda ser respaldada por pruebas sobre cómo se construyó el relato de la desaparición forzada?
Como se dijo, las respuestas a esas incógnitas no quedan disipadas en esta conversación. Sin embargo, ésta sirve para graficar otros aspectos ocultos por numerosas distorsiones.
«El boludo no me avisó—continúa Garzi—que iba a la lof por los antecedentes que yo tenía del [operativo] del 10 de enero. Y eso es lo que yo no le puedo perdonar al Brujo, porque a mí no me hace nada una causa más. Por este buen acto que tuvo, ahora está como está. Eso es lo que más bronca me da».
Mujer: ¿Pudiste llorar?
Garzi: No, le prometí que no lo iba a llorar hasta que no se acabe todo.
Mujer: ¿A él se lo prometiste?
Garzi: Sí, por eso me da tanta bronca cuando dicen: «Vivo se lo llevaron y vivo lo queremos». No se lo llevaron vivo. A él, en el momento en que lo sacaron, ya no estaba con vida. Por eso yo en todas las marchas me recaliento cuando gritan: «Vivo se lo llevaron, vivo lo queremos». Tampoco seamos tan ilusos y pidamos algo cuando ya no existe. Nunca existió. Digamos, yo veo a toda la gente con los cartelitos con su cara y yo no soporto tener su cara colgando de mi cuello. Me destroza ir caminando detrás de la bandera y ver su cara, porque le pasó a él. Él fue una de las personas más buenas que conocí acá en El Bolsón. Era zarpada persona. Lo mirabas a los ojos y lo único que veías era pureza. No le veías una gota de maldad.
(Adrián Escandar)
(Adrián Escandar)
La conversación interceptada transcurre el día después al megaoperativo de rastrillaje ordenado por el primer juez de la causa, Guido Otranto, para buscar a Maldonado dentro del Lof de Cushamen. Quizás por eso, gran parte del intercambio versa sobre esos acontecimientos. Garzi, que se autodefine como un «alto guerrero», califica al rastrillaje «como el más grande de la historia argentina». Y entre guiños, la mujer le contesta que «ni Roca, cuando hizo la Campaña del Desierto, debe haber movilizado a tanta gente».
Garzi: ¿Sabés lo que era yo ayer, gritándoles a los soldados y a la Policía Federal: «Asesinos, hijos de puta»? Vos no te imaginás como los puteé en la cara. Los escupía en la cara y los milicos me agachaban la mirada. Yo les decía: «Mirame, hijo de puta» y les pateaba el patrullero. No sé por qué no me hacían nada. Cualquier otra persona te mete dos cachiporrazos en la cabeza y quedás detenidos. Esto me lo decía después una lamien: «Usted, Garzi, tiene mucho newen (fuerza de la naturaleza) a su favor. No puede ser que hace lo que hace y que no le pase nada».
En relación a Matías Santana, el primer testigo mapuche que dijo haber visto con binoculares cómo los gendarmes capturaban y golpeaban a Maldonado, dijo:
Garzi: Matías habló, declaró pero está guardado en la comunidad y, sinceramente, es como que ellos [los mapuches] no se ponen en nuestro lugar [por Sergio Maldonado y por él, se infiere]. Ellos ya hicieron lo que tenían que hacer y ahora están ahí, aguantando, como hacen siempre. Pero son mapuches, lamentablemente, son cerrados. Tampoco Matías se va a exponer tanto por todo esto. Es un garrón, ¿no? Yo lo quiero mucho, pero también lo comprendo. Digamos, Matías es una persona que tiene un montón de causas federales, entonces, antes de seguir exponiéndose prestó declaración y se guardó. Eso fue lo que hizo. Así que no sé qué es lo que va a pasar, la verdad. Ojalá que mañana salga todo bien. Que no me forreen, porque la primera forreada que me coma con al fiscal [Silvina] Ávila, le voy a entrar a patear el mostrador. Mi abogado ya está avisado.
Garzi se refiere a una denuncia que sabe que tendrá mucho eco mediático contra el juez Otranto por incumplimiento de deberes de funcionario público. Piensa—y lo dice—que seguramente será llamado para exponer la situación frente al Senado. Acusa a Otranto de no haber supuestamente investigado aquella llamada de 22 segundos que él denunció haber realizado. No obstante, tanto el Cels, la familia Maldonado como la fiscal Ávila solicitaron medidas prueba sobre aquella supuesta comunicación que el propio magistrado ordenó. Los resultados de esas pruebas fueron adversas y hasta incriminatorias para Garzi: la llamada nunca existió o al menos nunca fue atendida.
El tramo más sugestivo de la escucha es cuando el joven se refiere a su pertenencia política y a que la cabeza de esa organización a la que denomina «La Uno», en femenino, aunque sin identificarla, sugiere sacarlo del país. El diálogo transcurre así:
Garzi: Me estuvo buscando también la Federal, pero no me pudieron encontrar. Tuve un Dios aparte. La Federal me está buscando hace un par de días de manera ilegal, ya sin orden ni nada.
Mujer: ¿Y le contaste a tu abogado las ganas que tenías de escaparte uno días de ahí, de El Bolsón?
Garzi: Eso ya me lo propuso «La Uno». Sacarme lo propuso «La Uno». Sacarme de El Bolsón, del país. Pero yo no quiero. Todavía no quiero.
Mujer: Pero para salirte un poco de esto, ¿qué te dijo?
Garzi: Que sí, que me recomienda lo mismo. Pero siento que tengo que hacer un poco más de ruido antes de desaparecer un tiempo.
Fuente: Infobae.com
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