En una discusión entre Claudina Pilquiman y Sergio Maldonado, el hermano del joven tatuador amenaza con revelar las identidades de los mapuches si el testigo E no se presenta a declarar en la Justicia.
Habían transcurrido 49 días desde la desaparición de Santiago cuando a Sergio Maldonado una sospecha lo violentó. Durante su claro ultimátum telefónico a Claudina Pilquiman para que sus hijos declararan sin más dilaciones las circunstancias sobre cómo había sido capturado su hermano, Sergio desconfió. Habrá sentido, tal vez, que la pertinaz renuencia de su interlocutora, tenía por finalidad manipularlo. O manipular la verdad.
Sergio dudó por unos instantes —y así se lo transmitió a la referente mapuche con vehemencia, casi con furia— sobre la veracidad de la versión en la creyó de entrada: la que había escuchado de Lucas Pilquiman (el testigo E) tiempo atrás, respecto a cómo su hermano había sido ferozmente golpeado y aprehendido por gendarmes en la Lof de Cushamen el 1 de agosto.
–Vos no conocés la realidad—, lo apuró del otro lado del teléfono Claudina, la madre de Lucas, el testigo clave que, pese a la insistencia de Sergio, se negaba a declarar. Gran parte de la escucha gira en torno a eso: es un tira y afloje inconducente, ya que el testigo E daría su versión oficial a la Justicia tres meses después. Y esta sería muy diferente a la que de entrada conoció la familia Maldonado.
Lucas Pilquiman es el mapuche que supuestamente había cruzado a nado el río Chubut con Santiago hasta que el joven desistió a mitad del trayecto para guarecerse entre los sauces, de acuerdo a la primera versión denunciada ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y que hasta entonces era desconocida en la pesquisa en Esquel.
–Lo que conozco—le espetó Sergio enervado—es lo que me contó Lucas a mí. ¿Qué [otra cosa] voy a conocer? Entonces, ¿qué? ¿Mintió Lucas cuando me contó todo?
Era la primera vez que el hermano de Santiago ponía en duda los dichos de la comunidad. Lo hacía ante la reticencia de Claudina de que se revelara identidad de Lucas Ariel Naiman Pilquiman (19) y también ante la negativa de darle a Sergio el celular de su hijo para que éste lo convenciera.
Todo ocurrió en la intimidad de una conversación privada, que la Justicia había ordenado interceptar ante la sospecha de que los miembros del Pu Lof ocultaban información, plantaban pruebas y desviaban una investigación en la que urgía encontrar a Santiago.
Hasta ese momento, el teléfono intervenido era el de Claudina. Sergio la llamó a su celular el 19 de septiembre a las 22: 42 pm y así su conversación quedó grabada. Ahora este documento que presenta Infobae es una prueba tan sustantiva como cuestionada en otra causa que investiga los falsos testimonios de mapuches.
Al conocer los investigadores el contenido de este intercambio, dedujeron que el hermano de la víctima conocía una versión pormenorizada y también las identidades de testigos que no habían sido aportadas a la causa. Tres días después, se ordenaba la escucha directa del celular de Sergio, que permaneció pinchado hasta el 30 de septiembre. Pasado mañana la Cámara de Comodoro Rivadavia revisará los planteos de nulidad, ordenados de oficio por el juez Gustavo Lleral y se resolverá si el material probatorio tiene o no validez jurídica.
Durante esta llamada clave, de más de 30 minutos de duración, Sergio y Claudina discutían sobre lo perentorio de formalizar ante la fiscalía aquella versión—la de Lucas— que acreditaba la detención ilegal de Santiago. Agotada su paciencia, Sergio le advertía que había esperado un tiempo más que suficiente y que Lucas debía presentarse a declarar. Había protegido a la comunidad reservándose las identidades de los amigos de su hermano para no traicionar las convicciones de Santiago ni su adhesión a la causa mapuche. Pero su tolerancia tenía un límite. Él mismo había acordado con la fiscal que temprano a la mañana siguiente todos irían a declarar y que cada uno aportaría lo que había visto. Aunque el foco de atención era Lucas. O todos lo hacían por propia voluntad o él mismo daría a conocer sus identidades para que la Justicia los convocaran.
Sergio no lograba comprender por qué si Matías Santana, el mapuche de los binoculares, había declarado a cara descubierta, el resto no lo hacía y se ocultaba.
La ríspida conversación tuvo lugar un día después del mega-allanamiento a la lof, en el que más de 400 miembros de las fuerzas de seguridad rastrillaron con buzos, drones y perros buscando pistas sobre el paradero de Santiago.
Sergio, convencido de que los gendarmes habían secuestrado a Santiago, temía que plantaran su cuerpo en una zanja o cerca de esa geografía inhóspita que ocupan en la estancia Leleque, del grupo Benetton, para endilgarle la responsabilidad a la comunidad. Creía también que en los sucesivos operativos se podían cometer excesos y «hacerlos mierda a todos». Algo que no lo dejaba dormir tranquilo—le decía a Claudina— ya que con un muerto «me es suficiente».
La mujer al comienzo sólo lo escuchaba. Luego respondía con evasivas y le recordaba la persecución que ellos como mapuches padecen cotidianamente. Le advertía sobre el riesgo que supondría que los activistas encapuchados dieran a conocer su identidad ya que no confiaba en las garantías de la Justicia—en el caso que se las otorgaran— y daba por descontado que sus hijos serían imputados por el corte de ruta.
Cuando los intentos de disuasión resultaron inconducentes, Sergio se enfureció. Y amenazó con que él mismo aportaría sus nombres. Así, la tensión fue in crescendo.
A criterio de los investigadores, la escucha revela la manipulación de la que fue víctima la familia de Santiago, a partir de un relato mendaz capitalizado por los mapuches para dar visibilidad a su conflicto territorial y para pedir por la liberación de su líder: Facundo Jones Huala.
La Justicia analiza dos hipótesis en relación a cómo se engañó a la familia Maldonado. En el primer escenario, Lucas Pilquiman debió abandonar a Santiago, que no sabía nadar, porque él mismo corría riesgo de ahogarse. Lucas vio cómo se ahogaba y por temor a ser imputado por abandono de persona—delito inexistente en el caso cuando corre peligro la propia vida, según explican los investigadores—sólo les contó esa escena dramática a sus padres. Aunque ese punto todavía está en duda. Quiénes conocían la verdad es hoy todavía un enigma que podría dilucidarse con el resto de las escuchas que el juez Lleral ordenó destruir. A partir de allí, los padres o toda la comunidad, usaron esa tragedia para endilgársela a la fuerza federal que los perseguía. Para ello plantaron pruebas y fragmentaron un relato donde cada uno de los miembros de la comunidad aportaba una pieza del rompecabezas que en lo panorámico perfilaba un escenario atroz: un secuestro encubierto por un Estado que los persigue y los aniquila desde los tiempos del general Roca. Sólo que esta vez no habían acribillado a un mapuche sino a un huinca.
Al margen del rol que cumplieron los organismos de derechos humanos en tiempos preelectorales que, según a qué investigador se consulte aportará una hipótesis diferente, estas abarcan desde la intencionalidad política, el artilugio y el fraude hasta la falta de rigurosidad profesional, el otro escenario es bien distinto: nadie vio que Maldonado se ahogaba. Aunque los mapuches, según las fuentes consultadas, en algún momento intuyeron el ahogamiento. Pero ninguno en verdad vio a algún gendarme en los ocho minutos que duró la persecución dentro del lof cerca de Santiago. Por eso también los mapuches rastrillaron la ribera el mismo día en que desapareció.
De todas maneras, cimentaron el relato sobre la culpabilidad de la Gendarmería y de manera pormenorizada se la transmitieron a la familia que exigía explicaciones.
Para la Justicia está claro que incurrieron en el delito de falso testimonio. Los investigadores le apuntan en primer lugar a la madre del testigo E, Claudina, sobre quien versa la escucha.
Si algo asoma de forma más que evidente, es el insondable dolor del hermano y cómo esa congoja fue utilizada en provecho propio, según la lectura que hacen en la Justicia. También queda en evidencia la matriz autoritaria, represiva, hasta asesina que Sergio Maldonado observa en el gobierno de Mauricio Macri y en la conducción de las fuerzas de Seguridad por parte de la Ministra Bullrich. Una percepción difícil de soslayar a la luz de lo que cree fue el fatal desenlace que sufrió su hermano: un anarquista, amante de la naturaleza. Un bohemio, capaz de cortar rutas y arrojar piedras y bombas molotov contra las fuerzas de seguridad, por entender que se trataba de un acto de justicia. Una reivindicación de aquellos que aún por medio de la violencia combaten por una porción de territorio.
Claudina Inés Pilquiman (48) está casada con el mapuche chileno Marco Joel Naiman Almonacid (48). Tiene cuatro hijos: Marcos Tomás (35), Ailinco (29), Natalia Amancay (23), Lucas Ariel (19) y Joaquín Lihué (11).
Lo que sigue es una síntesis editada de la escucha a la que accedió Infobae, en la que se intenta omitir repeticiones, frases inconexas para una más clara comprensión de los sus tramos más importantes del intercambio.
Sergio Maldonado (SM): Che, Claudina, te llamo por lo siguiente: Hay que darle un corte a esto porque ya es muy peligroso si seguimos así. Tenés que decirles a tus hijos que vayan a declarar mañana. Osea, no hay más tiempo, porque fíjate lo que pasó ayer: podrían haber hecho un desastre adentro (…) La mejor forma es aparecer de una vez por todas. Los tienen a todos identificados. Entonces, la mejor forma es declarar y que esto se termine de una vez porque yo no quiero cargar con algo ahí (…) Ya fueron cuatro veces. Yo ayer cuando fui, que pasé a cinco kilómetros de donde está la comunidad, estaban tres con los perros y había siete equipos de esos. Así que tranquilamente pueden ir, hacer un pozo ahí dentro, enterrarlo en algún momento, y que paguen ustedes el precio por algo que no hicieron.
Claudina Pilquiman (CP): Sí, no, eh, mirá.
SM: Yo hoy fui y le dije a la fiscal porque el juez no me atendió, el jueves vamos a Comodoro a terminar de sacarlo, y conseguir que la fiscal tome declaración mañana. Así que tendrían que venir, viste, y que declaren todo. Todo está acá, listo, ¿qué más quieren? ¿Qué más prueba que eso? Y que digan la verdad: que uno vio una cosa y el otro vio otra, eh. Y no que uno solo sea el vocero.
CP: Sí.
SM: Porque [la fiscal Silivina] Ávila no los puede ni [ver]. Está esperando cualquier cosa para agarrar y tener una excusa para hacerlos pelota.
CP: Sí, no, seguro, Sergio. Yo quiero que me escuches ahora. Ellos [por la Justicia] lo único que quieren es conocerles la cara.
SM: Ya la conocen la cara de ustedes. ¿Vos te pensás que cuando paran ahí no tienen la foto de todos?
CP: Pero pará, no sé, no sé. Esta es mi posición, o sea, para mí a ellos no les importa, porque a ellos no les importa buscar al Brujo, ¿entendés?. Ellos saben perfectamente que yo lo llevé. Saben que yo lo vi corriendo para abajo. ¿Vos te pensás que les importa? No les importa un carajo.
SM: Sí, está bien, pero eso es otro tema. No me importa
Sergio Maldonado: Que los llamen a declarar a todos y listo. La verdad, no quiero cargar con la carga de haber podido evitar algo. Lo vengo sosteniendo todos los días
CP: A mí no me van a hacer nada porque saben que yo no estaba en la línea de ataque. ¿Qué seguridad tenemos de los demás? O sea, tampoco puedo responderte yo. Yo no sé lo que haría en su lugar si yo estuviese ahí. No sé lo que ellos van a decidir. Les voy a comentar lo que vos me dijiste. Pero si ellos no lo hacen es por eso.
SM: Te soy sincero. O sea, yo, si no, voy y digo: «Llamen a declarar a todos». Y chau. Ya tienen todas las fotos de todos. Que los llamen a declarar a todos y listo. La verdad, no quiero cargar con la carga de haber podido evitar algo. Lo vengo sosteniendo todos los días.
CP: Bueno, que agarren y llamen a declarar a los que tienen la foto. Deciles eso. Qué sé yo. No sé qué decirte. Yo entiendo tu dolor pero yo quiero que entiendas también.
SM: Aparecen encapuchados. Lo tienen todo. Tienen satélites que los miran de todos lados hasta cuando pasaban por ahí, se cambiaban y salían y hacían el cambio de relevo. ¿Pensás que los otros son pelotudos? Ayer entraron cuatrocientos policías con helicópteros, drones…Sí no se aclara todo esto, va a seguir estirándose. Y los van a dar vuelta a todos ustedes, diciendo que no colaboran. Fijate lo que dijo Macri hoy…El jueves vamos a Comodoro a terminar de recusar al juez y listo. Tienen que declarar mañana. Que se termine de una vez por todas. Poniéndose y mostrándose es la mejor forma. Es la única seguridad, porque si no, si un día aparece en una zanja, como toda la gente que está desaparecida, cuando te quisiste acordar hay cien desaparecidos.
CP: Bueno, Sergio, pero eso vos ahora lo descubriste. Nosotros ya lo sabemos.
SM: Bueno, por eso no lo hice al principio: para darles tiempo de que razonaran un poco. Yo entiendo que son tus hijos y todo. Pero yo a mi hermano ya lo perdí.
CP: Pero no son solamente mis hijos. Hay mucha gente, ¿me entedés?
SM: No soy yo el que está en todos los videos. No quiero estar mal con ustedes, pero hay que darle un corte.
CP: Hacé lo que te parezca. Vos sos el hermano, ya lo sé
SM: Vos fíjate, si fue Matías y puso la cara, ¿cómo no pueden ponerla los demás?
CP: ¡Por favor! No comparemos cosas. No se trata de eso, Sergio. Vos no conocés la realidad.
Claudina Pilquiman: “Vos a la vida y a esta democracia de mierda la ves de otra forma. Nosotros la vemos de otra forma”
SM: Bueno, yo lo que conozco es lo que me contó Lucas a mí. ¿Qué [otra cosa] voy a conocer? Entonces, ¿qué? ¿Mintió Lucas cuando me contó todo?
CP: Bueno, está bien, está bien.
SM: Yo entiendo que vos sos la madre, pero es la mejor seguridad.
CP: ¿Quéres hacerlo? Bueno, perfecto. Perfecto esa visión, Sergio. ¿Quéres hacerlo? Hacelo. Vos tenés tu forma de ser. Vos tenés otra forma de vivir. Vos a la vida y a esta democracia de mierda la ves de otra forma. Nosotros la vemos de otra forma. Perfecto. Si a vos te tranquiliza Sergio, hacelo. Te lo digo de corazón. Hacé lo que te parezca más conveniente. Denunciá a todo el mundo con nombre y apellido.
Claudina Pilquiman: “Me cago en el país. Me cago en esta democracia y me cago en esta Justicia”
SM: Pero está todo el país con esto, ¿entendés?
CP: Me cago en el país. Me cago en esta democracia y me cago en esta Justicia, ¿sabés? Porque vos decís esta Justicia, ¡y esta Justicia es una mierda, Sergio! ¿Vos pensás que va a cambiar algo? Si de vuelta ayer estaban por todos lados en la comunidad. Con los perros, por el río, por todos lados. Bueno, yo cuando vengan mis hijos les voy a comentar cada cosa que dijiste y ellos verán qué hacen. Yo ya fui a declarar. Y fui a declarar mi verdad. Pero cada uno tiene su propio pensamiento. Yo no voy a estar diciéndoles a los demás lo que tienen que hacer. Yo ya dije lo que vi.
SM: A ver, yo quiero hablar con los chicos. ¿Vos me querés pasar el número y yo los llamo y hablo con ellos?
CP: No sé. Yo voy a hablar primero con ellos. No sé dónde están. No te lo voy a decir. Les voy a preguntar a ellos, les voy a decir todo lo que me dijiste y ellos verán lo que hacen. ¿Vos te das cuenta que de alguna forma estás traicionando a los propios amigos de tu hermano?
Sergio Maldonado: “Te banqué 49 días y ya mi paciencia se empieza a terminar”
SM: No, no, no estoy traicionando a nadie.
CP: Sí, porque los estás mandando al muere.
SM: Yo los banqué 49 días. Y tengo a mi vieja, mi viejo, a todos los amigos sufriendo. Y a mi abuela que se está muriendo. Te banqué 49 días y ya mi paciencia se empieza a terminar. Porque si vos llorás por ellos y después todos se cagan en él, en mí, me da por el quinto forro de las pelotas. Los esperé, les di todos los tiempos y 49 días todos dando vueltas a disposición de ustedes. ¿Cómo es la cosa? ¿Cómo todos nos jodemos y ustedes no? Yo lloro todos los días porque sufro a mi hermano. Los apoyé porque es lo que él creía. No quiero estar en contra de ustedes. Pero tampoco voy a estar de pelotudo, poniendo la cara todos los días y cargando con que entren ahí y los hagan mierda a todos. Porque ya con uno me es suficiente. Si puedo evitar que los demás no sufran, lo voy a hacer. Entonces, hablá con tus hijos y que se pongan las bolas donde tienen que ponerlas. Y que declaren, porque porque es la única forma que tienen de preservarse. Por que si no los van a hacer pelota tarde o temprano…Hola, hola.
CP: Sí, te estoy escuchando.
SM: Bueno, no sé me enojo así. Si esto no se resuelve ahora que estamos todos metiéndole, nos van a terminar matando a todos. Y eso es lo que va a pasar. Hay que ser realistas. ¿O vos te pensás que a ellos no les importa toda la plata que están moviendo? Todo el movimiento que hacen. Y no lo van a hacer al pedo… Ustedes son una comunidad cuando les conviene. Cuando no les conviene son todos individualistas. Ya pedí turno mañana, 8.30 am, para que empiecen y vayan a declarar. Te mando un beso
CP: Otro, Sergio.
SM: Bueno, chau.
Fuente: Infobae.com
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