En un mundo donde el cambio climático ya se siente en la piel, donde el calor aprieta más cada año y los ríos traen más basura que peces, toda acción local importa.
Lo que ocurre en nuestra frontera con Nanawa no es un hecho menor: es una señal de esperanza, un ejemplo de que desde los pueblos también se puede construir conciencia, cooperación y compromiso ambiental.
El río Paraguay y el Pilcomayo nos cuentan una misma historia. Una historia de excesos y descuidos, de inundaciones, de residuos que nadie reclama como propios. Pero también una historia de personas que no se resignan, que deciden limpiar, ordenar, cuidar y enseñar, sabiendo que esos pequeños gestos pueden transformarlo todo cuando se sostienen con voluntad y trabajo en conjunto.
Hoy se da un paso importante. No se trata solo de levantar basura o dragar cauces; se trata de cambiar hábitos, asumir responsabilidades y entender que el futuro depende de lo que hagamos hoy.
Mientras algunos siguen pensando en deudas a cien años, nosotros podemos pensar en una legislación ambiental a cien años, en una ciudad que les deje algo mejor a los que vienen detrás: a los chicos, a los que hoy miran cómo los grandes se organizan para cuidar su casa común.
El compromiso ambiental no puede ser una tarea de moda, tiene que ser una forma de vida. Hay dirigentes, técnicos y vecinos que todos los días luchan por un ambiente más sano, y ese es el camino: sumar esfuerzos, cruzar fronteras y transformar la preocupación en acción concreta. Porque cuidar la tierra, el agua y el aire es también cuidarnos entre nosotros.
El proyecto presentado por el concejal Diego Mendoza nace de ese espíritu. Es un botón de pausa en medio del ruido, una oportunidad para mirar alrededor y preguntarnos qué ciudad queremos dejar. El intendente Ariel Caniza también comprende lo que significa este paso: una apuesta por políticas públicas, ambientales y logísticas que transformen las buenas intenciones en resultados visibles.
Nuestra ciudad cuenta con los medios, la capacidad y la voluntad para hacerlo. Lo tiene todo: gente comprometida, herramientas y un profundo sentido de pertenencia. Lo único que hace falta es seguir caminando juntos, con la mirada puesta en un mismo horizonte: el de una comunidad que da el ejemplo y cuida su casa común

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