Carlos es un empleado gastronómico formoseño y también uno de los más de 130 argentinos que hace 5 días viven en el aeropuerto “El Dorado” de Bogotá, Colombia. Están varados ahí a raíz de la pandemia de coronavirus y, con el cese de repatriación por parte de la Argentina, desconocen cuánto tiempo más continuará allí.
Viajó el 11 de marzo con su pareja y una amiga y su beba de 2 años a pasar sus vacaciones en la isla de San Andrés, Colombia. Un viaje que prepararon y tenían pagado desde octubre de 2019.
“Cuando salimos de Formosa, no pasaba nada con el coronavirus; incluso aquí estuvimos re bien hasta el anteúltimo día. Ahí todo fue una locura y de golpe. No como en Argentina, que los casos se suceden de a pocos. Las playas se cerraron y también algunos hoteles. Fuimos al aeropuerto para adelantar vuelo; si nos quedábamos teníamos que pasar toda la cuarentena en la isla”, explica, y agrega que su viaje terminaba el 22 de marzo, pero, por la pandemia, hace 5 días duermen en un aeropuerto a la espera de novedades.
Cuando llegaron al aeropuerto de San Andrés, el vuelo hasta Panamá estaba cancelado, por lo que tuvieron que comprar un pasaje de Latam hasta Bogotá y de allí abordarían el vuelo de Copa Airlines que sí los llevaría hasta Panamá y posteriormente a la Argentina. Pero al llegar al aeropuerto en Bogotá, les cancelaron el segundo enlace, es decir, Panamá-Argentina, así que no tenían vuelo para salir de Panamá. Allí se vieron obligados a quedarse en Colombia.
“Los primeros dos días dormimos en el piso. Después la gente del aeropuerto nos consiguió unos catres tipo de campamento y nos acomodó en un lugar. Por parte de Colombia, la gente es increíble. Nos llegan mensajes a los teléfonos que nos dicen que no nos preocupemos, que vamos a estar bien, que nos van a ayudar. No sólo a mí, sino a otros argentinos también. Ni siquiera sé cómo consiguieron nuestros teléfonos”, detalla sobre la solidaridad que inesperadamente encontró.
En esta misma línea, continúa: “En un principio, comíamos de los negocios del aeropuerto, pero después del segundo día cerraron todo por la cuarentena y ya no teníamos dónde comprar comida. La cancillería sólo nos trajo botellas de agua y pañales, pero nada más. Nos ayuda la misma gente que trabaja en el aeropuerto, algunas empresas de comidas que tenían los locales acá y a pesar de haber cerrado nos envían la comida, algunas ONGs y particulares. La gente de Colombia es increíble. No tengo palabras para agradecer cómo nos están tratando dentro de toda la situación. Colombia se movió y es increíble con nosotros. Recién nos avisaron que la empresa que maneja el aeropuerto nos pagará un hotel para que estemos ahí en el mientras tanto”.
Sin embargo, también tiene lugar para la crítica: “De parte de Argentina, el cónsul argentino vino dos veces y nos dijo que tenemos que salir del aeropuerto e ir a un hotel y hacernos cargo de nuestros gastos. Todos los argentinos decidimos quedarnos en el aeropuerto porque teníamos miedo de no poder volver a entrar. El que se fue no entró más al aeropuerto”.
“El cónsul vino ayer por segunda vez y nos trajo agua pañales y galletitas, y nos lo dejó en la entrada del aeropuerto porque tenía miedo de nosotros. Estamos desamparados por parte de Argentina. Además de argentinos, hay chilenos también”, sostiene.
Entre el desconcierto y la incertidumbre de la situación que le toca vivir, aclara que entiende los comentarios de la gente que quizás pide que no regresen, pero suma: “Estamos bien. Nos toman la temperatura todos los días, limpian y desinfectan el lugar donde dormimos. Ninguno de nosotros tiene síntomas. Estamos bien de salud gracias a Dios”.
Así también, enfatiza que desde Aerolíneas no se repatrió gente desde ese aeropuerto y cuenta que mucha gente pudo regresar porque pudo comprar vuelos que se vendían a 550 dólares por persona: “Es imposible pagar 90 mil pesos para volver siendo que nosotros pagamos 400 dólares ida y vuelta, al iniciar el viaje”.
“Jamás pensé pasar por esto. Al principio estábamos re incómodos; había muchísima gente y teníamos mucho miedo, porque sabíamos que Colombia era uno de los lugares donde más infectados hay. Fue feo los primeros días, teníamos frío; fue bastante duro, pero después nos empezaron a ayudar. Y mejoramos bastante, aunque no tenemos ducha ni ropa limpia”, indica.
La vida en El Dorado fue adquiriendo una organización entre los más de 130 argentinos y chilenos que hoy viven allí, se distribuyen las tareas y mientras algunos se encargan de hablar con la prensa, otros reclaman a la embajada de sus respetivos países, y otros reparten la comida que le donan.
Fuente: La Mañana.
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